BBC Proms 2011
Ludwig van Beethoven (Bonn, 1770 – Viena, 1827)
Missa Solemnis en Re mayor, op. 123
[07:00→] I. Kyrie.
[17:31→] II. Gloria.
[36:30→] III. Credo.
[59:30→] IV. Sanctus.
[1:17:15→] V. Agnus Dei.
Helena Juntunen, soprano,
Sarah Connolly, mezzosoprano,
Paul Groves, tenor,
Matthew Rose, bajo.
London Philharmonic Choir,
London Symphony Chorus and Orchestra,
Sir Colin Davis, director.
La Missa solemnis en re mayor, op. 123 fue compuesta por Ludwig van Beethoven entre 1819 y 1823, escrita casi al mismo tiempo que su Novena sinfonía. La misa fue concebida para la investidura como arzobispo de Olomouc del Archiduque Rudolf de Austria, que era hijo del emperador Leopoldo II y alumno excepcionalmente aplicado de Beethoven en composición y piano. Beethoven comenzó a componer su Missa Solemnis en 1818, a los 48 años, cuando su sordera era casi total y su soledad cada vez mayor. La pieza es contemporánea de la Sonata Hammerklavier, la Novena sinfonía y las últimas tres sonatas para piano. Conforme a Bruno Walter, esta es una época de excepcional gravedad en la que el compositor alemán se ve absorbido en las profundidades y abismos de su propio ser. Por eso no es de extrañar que su Missa Solemnis sea una de las obras con mayor urgencia, donde, como el mismo compositor quería, la música deja de ser absoluta y se convierte en un vehículo para expresar cualidades y preocupaciones humanas. Esas preocupaciones, en el caso del Beethoven de esos años, tienen que ver con la conciencia que cualquier ser tiene del dolor en el mundo y su contraposición con la idea cristiana de Dios como amor perfecto. El dilema religioso de Beethoven refleja la preocupación de un creyente verdadero, aunque no ortodoxo. Educado en la fe católica, nunca fue asiduo asistente de ningún templo. Su cristianismo se encuentra impregnado de masonería y deísmo. Conocía las publicaciones periódicas del orientalista Joseph von Hammer-Purgstall y entre sus manuscritos se encontraron traducciones y adaptaciones parciales de los Upanishads y del Bhagavad Gita.
La obra fue estrenada el 7 de mayo de 1824 con una ejecución parcial junto con la Novena sinfonía. La versión definitiva sólo se conoció por completo en 1830, después de su muerte.
Esta obra no es muy interpretada en directo ya que su dificultad para los cantantes del coro es extrema. Algunos críticos pensaron que esta partitura pone de manifiesto que Beethoven no sabía componer para coro, ya que en esta obra extremaba los registros y lo esforzaba en exceso hasta el punto de la extenuación, al punto de que algunos críticos de la época afirmaron que la misa exhibía sonidos ‘herejes’ y no aptos para una misa. Otros piensan que por el contrario incluso la capacidad de la voz humana ponía límites al talento creativo de este genio. Por el contrario, críticos modernos afirman que esta pieza lleva todo el peso de su nombre, ya que se la considera una obra verdaderamente ‘Solemne’, se ha llegado a considerar que esta obra es la mejor Misa jamás creada, alcanzando momentos nunca antes usados en una Misa, y abrazando sonidos verdaderamente celestiales y potentes.
La producción de música sacra de Beethoven no es muy extensa, siendo sus obras más recordadas el oratorio Cristo en el monte de los olivos (1803) y la Misa en do mayor, op. 86 (1807) comisionada por el príncipe Esterházy. Está última es la primera obra simultáneamente sinfónica y coral del compositor alemán, estilo que encontrará su culminación en la Novena sinfonía y en la Missa Solemnis. Sinfónico coral nunca quiere decir operístico en Beethoven, quien sentía desprecio por el curso que la música sacra había tomado y consideraba que sólo la música de los viejos maestros (Palestrina, Bach, Händel) podía expresar un sentimiento religioso honesto. Sin embargo, no fue imitando a dichos maestros ni recurriendo a sus dos obras sacras previas, como resolvería la composición esta pieza. Beethoven pretendía crear un estilo moderno y verdaderamente religioso, y su enorme genio le permitió triunfar en dicha empresa. Compuso la parte coral en un estilo comparable al de Händel o Palestrina, acompañándola con una escritura sinfónica como vehículo y no un mero soporte armónico para los textos latinos.